Si Murakami es candidato eterno a premio Nobel y tiene una legión de seguidores es por sus novelas. Cada una es como un décimo de lotería, pero el uso de la fantasía y el explorar su propio universo son aspectos que le han servido para forjar su propio estilo. Este volumen es justo lo opuesto y nos muestra, salvo en un relato, el lado más realista de su literatura.
Los relatos que contiene son un buen ejemplo de cómo entiende el autor la literatura, pero no siempre alcanza el objetivo de conquistar al lector. Sí, no faltan ni el jazz, ni The Beatles, ni el baseball, pero a veces hay una ligera sensación de estar en un parque temático donde se incluyen estos matices de forma salteada para ver si el lector muerde el anzuelo.
Hay destellos brillantes que sí entran a la primera, aunque lo prolijo de muchas descripciones y una temática demasiado simple podría espantar a los lectores habituales del autor. No es que sea una obra menor, sino un pequeño bajón del altísimo nivel que se espera de un autor de su calibre. Muchos quisieran escribir un libro como este y no pueden. Murakami vuelve a acertar mostrando otra arista de su mundo personal.
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