Que Mario Vaquerizo genera división de opiniones no lo duda nadie. Para algunos es un espantajo y para otros, me incluyo, alguien bastante más inteligente de lo que parece que sabe jugar sus cartas mezclando estilos y mitos como el protagonista de esta biografía.
Si la movida fue un movimiento musical horripilante del que apenas se salvan Tino Casal y Radio Futura (ambos la odiaban a muerte), Fabio McNamara fue claramente el único que se puso el mundo por montera para hacer lo que le dio la realísima gana. Exceptuando el prólogo, e imaginando que Mario grabó las conversaciones con el antedicho, el texto está escrito en primera persona y la narración de sus años más convulsos no deja de ser sorprendente.
Y lo es porque la Fani, como él mismo se llama, no ha tenido jamás filtros y, a pesar del título del libro, huye de la hagiografía como nadie. Se muestra un tipo inteligente que reconoce que se ha destrozado la vida por la maldita droga y que podría haber sido lo que le hubiera dado la gana gracias a su talento.
Lo mejor es que esa frescura en las charlas de Fabio son obra de Mario que ha sabido plasmar con enorme exactitud los giros y maneras de un tipo irrepetible al que quizá haya que reconocerle, oficialmente, todo lo que hizo por su colectivo y por llenar de color las tristes calles de un Madrid recién salido de la dictadura.
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