Suele aparecer en un programa infame de la televisión local de mi pueblo. Va vestido como los camareros de hace cincuenta años. Su chaleco negro con el logotipo de su bar bordado, camisa blanca, pajarita y pantalón negro. Cada vez que va al programa no duda en recomendar sus cócteles e incluso se permite hacer varios en directo.
Es calvo, con sobrepeso, con gafas, patoso y no tiene la más mínima gracia. Su local era regentado anteriormente por unos cubanos que le engañaron comentándole que la facturación del local era bastante suculenta. Su local está cerca de mi casa y puedo dar fe de que allí está él hasta las dos de la madrugada y jamás he visto a nadie tomándose ni un vaso de agua.
Sus intentos por conquistar a la audiencia, a los clientes, a los espectadores, siempre son patéticos y da más pena que otra cosa. Es otro de los que fueron engañados por el lema "Trabaja para ti, sé tu propio jefe". Sigue luchando por sobrevivir y nunca le falta la sonrisa en la boca. Cuánto tenemos que aprender de gente así que opta por levantarse cada día y no por volarse la cabeza con un tiro.
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