La novela del año, el nuevo Larsson y varias mentiras más han ido trufando todo lo relacionado con esta obra literaria. Parece mentira que los críticos más experimentados no hayan caído en la cuenta de la gran broma que nos teje Dicker al ofrecernos una novela que no tiene nada de misterio e intriga y sí mucho de crítica al mundo de la literatura.
Se nos narra el caso de Harry Quebert, escritor que se enamoró de una joven de quince años y que vive atormentado por el fallecimiento de la joven, pero sobre todo es la frustración de Marcus Goldman, escritor que busca redactar un nuevo best seller y le pide ayuda a Quebert, su maestro en temas literarios, para salir del temor a la página en blanco.
La tensión en lo que se refiere a la desaparición y muerte de la joven es una de las tramas de la novela y en la que se queda la mayoría de los lectores. La verdadera trama, o eso nos ha parecido, es la construcción de una novela que se escribe a medida que el narrador y el lector se van enterando de los detalles de lo sucedido. Por eso hasta la última página siguen pasando cosas porque la broma consiste en eso, en que parezca que estás leyendo una obra que el escritor redacta delante de ti.
Todos los premios que ha recibido esta novela a nivel internacional, y el refrendo de los lectores tras el boca a boca, son merecidos ya que, insistimos, no es lo que se nos narra, que ya lo han narrado miles de escritores de novelas baratas, sino la forma de hacerlo. Eso sí, tampoco inventa nada ya que esta forma de contar algo la hemos podido ver en otro tipo de artes como el teatro (se me viene a la memoria Cómeme el coco negro de La Cubana).
Aun así, la novela está redactada de forma periodística ya que lo que parece que son meras transcripciones de lo que le va pasando al protagonista terminan siendo la novela que tenemos en la mano. Nada nuevo bajo el sol pero mucho talento para el engaño. Recomendable.
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