Lo primero que se piensa de Joe Hill, a poco que investigue uno en Wikipedia, es que es hijo de Stephen King por lo que, para algunos, no puede escribir una novela decente y sí algo digno de las novelas pulp de a veinticinco centavos la tirada. Si tampoco te acercas a esta novela porque no te gusta la literatura de terror te advertimos que estás cometiendo un grave error, tan grave como no leer una novela que te transporta a tu infancia y a un mundo propio que el escritor comparte contigo en una obra magistral.
¿No era eso la literatura? ¿No nos gustaba leer una novela de la que resulta imposible levantar la mirada? ¿No servían las novelas para escapar de la triste realidad? Pues con todos esos elementos crea Hill un universo de fantasía en el que Vic, Wayne, Lou y Charlie Manx consiguen meternos poco a poco y del que resulta muy complicado salir.
Hasta la última página de la novela, con mención especial a los agradecimientos, la tensión narrativa se sostiene. Es cierto que Joe hereda de su padre la facilidad de su prosa pero no intenta entrar en ciertas espirales que se resuelven tras cientos de páginas sino que va paso a paso dejando huella en tu mente. La lectura es adictiva, la trama también y la novela en uno de esos best sellers que intentarás obviar por el mero hecho de serlo pero que de hacerlo podrías terminar para siempre encerrado en Christmasland. Adquisición obligada.
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