Conocí a Felipe Benítez Reyes como componente del grupo Prim 14. Aparte de ser un buen guitarrista no sabía que era escritor. Después sí me enteré de que era uno de los mejores autores de nuestro país y fui leyendo algunas de sus obras. En esta que ahora nos ocupa, el autor presenta doce relatos, uno por cada mes del año, y confirma que es uno de los grandes maestros de la prosa.
En esta docena de textos lo mismo nos lleva a su infancia y adolescencia en Rota -ese mundo paralelo-, que nos recuerda la historia de una viuda rica, que nos mete en un crucero de la desilusión, que nos lleva a un, ahora cerrado, mítico cine de El Puerto de Santa María para refrescarnos las sensaciones del primer beso.
Es un libro que en un alto porcentaje está centrado entre ambas ciudades gaditanas y eso le imprime carácter al resultado final. Como también se lo imprime, ahora ya a toda su obra, el haber nacido, y seguir viviendo, en una localidad en la que lo estadounidense se mezcla con la filosofía del mayeto. Es, en definitiva, otra gran obra para leer con deleite y reconocer que Felipe sigue siendo ese artesano de la literatura que debería ser más reconocido a nivel internacional. Obligada lectura.
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