Mi vecino es solidario porque tiene un huerto ecológico y también porque recoge comida para los más desfavorecidos de un pueblo cercano. También se encarga de repasar todo el repertorio de Coelho y de poner canciones de El Arrebato para demostrar lo buena persona que es y cómo hay que luchar cada día por ser positivo e ir a por el día que tenemos por delante sin dejarnos vencer.
Mi vecino, el pedazo de solidario, se tuvo que ir de su casa seis meses por haber maltratado psicológicamente a su mujer y a su hija. En este tiempo no pagó la comunidad, "No vivo ahí, no tengo por qué pagarla", ni les dio ni un céntimo a las que dejó en la que fue su casa. Tampoco pagó el recibo correspondiente a los trabajos de pintado integral del bloque por aquello de la solidaridad.
Mi vecino, el hijo de la grandísima solidaria, volvió a su casa y elogiaba en Facebook el pucherito de su suegra, que vivía con él, cada lunes. La sopa le servía para quitarse la resaca tan espantosa que sufría porque también es solidario con los camareros y con los que trabajan en la industria de las bebidas alcohólicas. Un lunes, el solidario, optó por echar a su suegra, de ochenta años, a la calle. Eran como las once de la noche y tuvo que venir el hijo de esta señora a por ella. En bata, y con una bolsa de plástico en la mano, dijo en la escalera: "Mucha solidaridad y mucho Facebook y luego mira".
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