Defenestrado por el feminismo, a pesar de no haber sido condenado, harto de dirigir y siempre con un punto de vista distinto de la realidad, se publica esta recopilación de textos procedente de diversas publicaciones estadounidenses.
En los tiempos de Twitter, de los monologuistas y de los ingeniosos locutores que beben de las chorradas de Internet para hacer un guion, volver a leer textos humorísticos con un sabor tan clásico es una apuesta segura. Las pinceladas de su adorado Groucho Marx ayudan a entrar de lleno en cada relato.
Y es que Allen es un fiel observador de una realidad a la que pertenece, pero con un pie en el absurdo. Ello provoca que le sea mucho más fácil mantener esa necesaria distancia con lo que vive para convertirse en un crítico tan ácido como necesario.
El relato final demuestra sus dotes de guionista, pero son los anteriores los que reflejan un sentido del humor que sigue teniendo como pilares la desesperación y el mirarse el ombligo para destruirse un poco más. La vida sería más triste sin una dosis de Woody cada cierto tiempo. No nos queda mucho para disfrutarla, por lo que este libro es más que necesario para paladear al máximo su arte.
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