Es esta primera obra de la serie dedicada a Gálvez la que mejor demuestra que es heredera de una literatura ya perdida en el tiempo. Los tics del autor se combinan con una trama enmarcada en la Transición, los chanchullos de la época y todo lo relacionado con una libertad de expresión que, incluso hoy en día, se subvenciona para callar las voces discordantes.
Como suele suceder con estas novelas sociales, siempre hay elementos que apuntan al tremendismo y a no caer en el error de narrar una historia sin aditivos. La relación amorosa, el riesgo por la vida del protagonista y todo lo relacionado con un hilo argumental bastante claro, e incluso simple, te llevarán directamente a finales de la década de los 70 del pasado siglo.
La fluidez de la prosa, los diálogos de la época y una manera bastante eficaz de marcar distancias con la literatura actual son las claves del éxito de una obra que se deja leer y que abrió fuego para una serie que, posiblemente, no está a la altura de la que acabamos de comentar.
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