El autor se ha caracterizado siempre por conectar algunas de sus novelas a su ciudad de origen, Sant Adriá del Besós (Barcelona), y por tener un pie en el formalismo y otro en el costumbrismo. En esta novela no logra conectar con el lector.
Y no lo hace porque cambia de registro y se tira a la piscina del humor, pero sin demasiado sentido. El hilo narrativo de la obra es inexistente, algunos pasajes y la acumulación de personajes recuerda demasiado a la obra de Mendoza y el resultado es una novela en la que no sabes qué está sucediendo o por dónde va la historia que se está contando.
A pesar de no ser demasiado larga, su lectura se hace pesada, apenas es posible esbozar una sonrisa y termina aburriendo y mucho. Una pena porque se le podría haber sacado bastante más partido a una trama interesante que termina ahogada en el río Besós.
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