Sara Mesa indicaba en una entrevista publicada en septiembre de 2020 que «si la escritura es reductible a una explicación, es errónea». Así lo confirma en esta obra maestra que parece ser consecuencia de la escritura automática y en la que en unas 120 páginas consigue tejer una historia que no te dejará indiferente.
Y no lo hará porque en lugar de apostar por la literatura al peso, tan de moda hoy en día, en la que cientos de páginas son prescindibles, prefiere ir perfilando a la protagonista línea a línea y a hacerte ver cómo sus satélites se encargan de ir borrando algunas de las líneas que parecían ser fijas, pero que no lo son tanto.
La escritora parece hacer suya esa máxima de los grandes autores que viene a confirmar que una novela debe generar debate, inquietud, dudas e incluso una renovación total en la forma de pensar del lector. Mesa lo consigue de largo con una obra artesanal que al ir leyéndola nos ha recordado a esa abuela, o tía hacendosa, que iba tejiendo un jersey de lana poco a poco mientras veía la televisión y que te lo iba probando a ver cómo te quedaba.
Sin embargo, no pienses que se le ven las costuras o que su estilo es demasiado burdo. Sin recursos estilísticos, sin trucos narrativos y sin nada, salvo una buena historia y una magnífica forma de contarla, consigue que te tragues esta novela en dos días y que tu cerebro se de cuenta de que se siguen publicando obras ajenas a las modas, a las tendencias o a escenarios que nos son totalmente ajenos. Lectura obligada.
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