Yo también fui un triunfador. A los treinta años tenía mujer, un hijo y una unifamiliar y todo esto trabajando. Luego la sociedad se encargó de seguir comiéndoles el coco a mi mujer y a su familia y me obligaron a trabajar más, a tener más y a ser siempre más. Ella decidió irse con alguien que lo tenía todo, un deportivo, mucha pasta en el banco y un cuerpo de lujo y yo fui una de esas "víctimas de la crisis" por lo que me quedé en la calle de la noche a la mañana.
"Cuando tengo mi guitarra nada puede sucederme" cantó el Yosi una vez y yo me sentía así. Curiosamente, al fin pude hacer lo que verdaderamente me gustaba. Me dejé el pelo largo y la barba, vivía un poco como los pájaros, me alimentaba del aire y viajé por toda Europa donde un músico callejero nunca ha sido mal visto, más bien todo lo contrario.
Con el tiempo volví a este país y he estado en varias ciudades. Una vez mi hijo me echó una moneda en la gorra y no me reconoció. Intenté levantarme para saludarle pero mi mujer se lo llevó violentamente. No tengo nada en la vida, un euro o dos para comer, una guitarra y un perro. La acera como colchón, mi luna es una farola y varios cartones me cubren cada noche a expensas de que un día llegue cualquiera y me de una paliza, me robe o me mate. No tengo nada, sólo el mundo bajo mis pies para ser feliz y para no volver a caer en la trampa que nos siguen vendiendo por la tele.
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