Por norma general el cine español me deja indiferente. Me encantan las películas filmadas entre los sesenta y los ochenta y poco más. No conecto con la realidad que se nos ofrece en las cintas que si bien tienen calidad no consiguen su objetivo a la hora de conmoverme. Tras ver esta cinta de Fernando Franco, interpretada magistralmente por Marian Álvarez, sí he sentido que estoy ante una obra maestra.
Y lo es porque trata el complicado tema del Transtorno Límite de Personalidad sin nombrarlo. Porque nos ofrece la visión más exacta de lo que siente un enfermo en su soledad. Porque no se buscan soluciones ni se intenta buscar el drama por el drama sino que se nos ofrece la realidad diaria de estos pacientes. Porque se usa la cámara no cómo el objeto alrededor del cual actúa el elenco sino como un testigo mudo de la acción. Porque el final te desgarra el alma. Porque Álvarez es una actriz monumental. Porque la vida también es esto y no lo que nos quieren encasquetar otros cineastas. Por la valentía de hacer una película así y por otros muchos aspectos que tenéis que descubrir cuando veáis la película.
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