Decir a estas alturas que Eduardo Mendoza es el mejor escritor en español no es nada nuevo. Su dominio del lenguaje es asombroso como también lo es el de las tramas de sencilla apariencia pero llenas de ironía y crítica.
El personaje sin nombre y algunos nuevos satélites, una impagable señorita Westinghouse que degenera en presentador de un programa similar a uno que se emite a diario, conforman un nuevo pasaje al microcrosmos de Mendoza.
En esta novela se notan las ganas no tanto de buscar la carcajada, que el autor consigue con su estilo cervantino mezclado con un magistral uso de los peyorativos, como de dejar cierto sabor amargo en el lector. El recurso de describir la Barcelona cutre de los ochenta y de masacrar la Barcelona turística y de plástico actual es quizás de las mejores críticas a la ciudad Condal que hayamos leído nunca.
En lo que al personaje se refiere pues sigue siendo un Don Nadie que explora nuevas aficiones como el footing, otro pildorazo, y que incluso transforma en perrito al yelmo de Mambrino en una parábola perfecta.
El secreto de la modelo extraviada bien puede ser la descripción perfecta de cómo las ilusiones de los que pensaban que Barcelona era la tierra prometida terminan en un contenedor de basura. Tan magistral visión de su ciudad y tan peculiar manera de tejer la trama vuelven a confirmar a Mendoza como el mejor novelista de humor del orbe literario. Adquisición obligada.
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