Dentro de los prescindibles nos encontramos aquellos que, a pesar de pasar por educados, somos ninguneados por los imprescindibles. En muchas ocasiones nos encontramos con que nuestra pareja nos regala algo porque piensa que nos hace falta o nos apetece e incluso se llega el extremo de estar hablando con alguien y tener que soportar a uno del otro grupo que interrumpe la conversación "para salvarnos" de lo, supuestamente, aburrido de la misma.
Este tipo de ayuda nos hace pensar seriamente en ese silogismo en el que estamos inmersos. No sabemos demasiado bien si nosotros vivimos la vida o si la vida nos vive a nosotros. Por no molestar, por ser educado y por no meter la pata vamos permitiendo que otras personas nos vayan dirigiendo la vida marcando nuestros pasos por un camino que no siempre hemos escogido. Nos tememos que, como dicen los ingleses, los peces no saben qué es el agua ya que no tienen otra realidad. Por eso mismo, al ir nadando en esta corriente hacia la muerte, muchos piensan que necesitamos un timonel que nos diga dónde hemos de parar para "pasarlo bien". Ignoran que la muerte también les acecha y que de nada sirve la diversión más que para entretener a tu cerebro mientras sigue muriendo.
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