Regresa el gran Alexander Drake con el cargador repleto de balas y con muchas ganas de destrozar la cultura woke que nos intenta hacer comulgar con el pensamiento único.
En los tiempos que corren, el riesgo que afrontan Ediciones Insurrectas al publicar 63 relatos de este corte es enorme. Es cierto que el autor distorsiona al máximo los pensamientos del lector y se adentra en terrenos estilísticos que recuerdan bastante a Bukowski, Céline, Hansum o Tarantino, pero no deberías quedarte tanto en la forma porque te perderías el fondo.
Su prosa es directa, sin artificios y sin ningún atisbo de duda en lo que respecta a mostrar un personaje que va viviendo distintas situaciones. En ocasiones es odioso, en otras envidiado y siempre distinto a lo que te esperas de una obra que revienta los límites de la literatura para hacerte despertar frente a lo que tienes que tragarte en las mesas de novedades de las librerías estándar.
Los francotiradores como Drake deben seguir existiendo, disparando y nutriéndose de una forma muy concreta de entender la escritura. El libro es un billete de ida a una estación desconocida en la que podrías encontrarte frente a ti mismo.
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