Qué complicado resulta encontrar a nuevas autoras que digan algo y que se escapen de la marea de literatura generalista que busca más vender ejemplares que conmover a los lectores. Elisa Victoria ha ido paso a paso y en esta obra ha conseguido marcar la diferencia.
Vaya por delante que detesto profundamente todas las obras relacionadas con la infancia por ser estas una especie de viaje al pasado con mucho colorante y con la niebla suficiente para ocultar la realidad. Por ello, agradezco que la autora repase su paso de la infancia a la adolescencia con un realismo urbano de excelente calidad.
El reflejo que hace de la Sevilla de los 90 es tan real que, al destrozar el mito de que los primeros años de nuestra vida son los mejores, conmueve por su costumbrismo y por llamar a las cosas por su nombre. No hay metáforas o recursos aburridos, sino muchísima verdad y un retrato fiel de cómo eran las cosas en una familia sin demasiados posibles.
La lectura es perfecta para pararse en cada párrafo, para reírse y para dejar las prisas a un lado. Cuenta tu propia vida y bien puede ser un fiel espejo en el que quizá te reflejes, o quizá te cause cierto espanto. Todo dependerá de cómo te haya tratado la vida.

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