George Orwell - Rebelión en la granja (reseña)
A buenas horas, mangas verdes. ¿A qué viene lo de reseñar ahora una obra de 1945 unos meses después de comentar 1984? Pues viene a que el autor es el favorito de muchos socialistas que aplican a rajatabla lo que se indica en ambas novelas, pero sin reconocerlo.
La edición definitiva apoyada por los herederos del autor nos parece muy bien, pero nos quedamos con lo que se publicó en su momento. En este caso, la obra es una ácida crítica a la revolución rusa que llegó para echar a los zares y terminó convirtiéndose en un comunismo atroz que se encargó, entre 1917 y 1945 de asesinar a más del 45 % de la población rusa.
Y todo se consigue con las mentiras habituales: todos somos camaradas, todos somos libres, todos evitamos el yugo del poder, pero todos seguimos unos mandamientos que van alterándose dependiendo del interés particular de quien ejerce el poder.
Seguro que te suena de algo en un país de cuyo nombre no quiero acordarme. Lo que era no, ahora es sí porque se ha cambiado de opinión y al que diga lo contrario se le envían varios chivatos para que lo maten metafóricamente. En un pasaje de la novela, los que no mandan ven cómo a uno de los animales se lo lleva un carro con dirección al matadero. Jamás volvieron a ver al animal, pero los que mandan indicaron que el camión era de un veterinario al que no le había dado tiempo de cambiar la rotulación del vehículo que le acababa de comprar al dueño del matadero.
Y así todo. Lectura obligatoria para los adolescentes que se creen que el dinero cae del cielo y para los ilusos que siguen pensando que el socialismo es la solución a todos los problemas. El día que les falte quien les llene el buche con los impuestos de los demás ya veremos en qué matadero terminan.
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