Philip Roth era, hasta ahora, uno de esos escritores de los que había escuchado hablar pero nunca me había animado a leer. Acabo de terminar la novela que ahora reseño y he de reconocer que su forma de escribir me ha cautivado profundamente. La ausencia de recursos estilísticos, la dureza de su vocabulario y la forma de contarnos la historia son dignos de reseñar.
La novela data de 1969 aunque hace un año cuenta con una edición en bolsillo bastante aceptable. Se nos narra la historia de Alexander Portnoy un joven judío que vive obsesionado por el sexo. Una madre demasiado controladora, la presión de la cultura judía en su juventud, sus relaciones sentimentales y el descubrimiento del sexo conforman el núcleo de la novela.
Nos quedamos con los pasajes donde se nos describe su relación con Mona y su infancia. Esta primera etapa de la vida personal del protagonista fue fuente de inspiración, o eso nos parece, de la magnífica La senda del perdedor de Charles Bukowski coetáneo de Roth y gran escritor.
Hoy en día es posible que la obra no parezca tan revolucionaria como lo fue en los años setenta pero sólo tenemos que pararnos a pensar que si hoy en día en Estados Unidos se censura todo, en 1969 las prolijas descripciones de Roth fueron un escándalo en el círculo literario de su país.
La novela es altamente aconsejable siempre teniendo en cuenta que estamos hablando de un monólogo del personaje con su psiquiatra. Las idas y venidas, los pensamientos inconexos y ciertos pasajes farragosos convierten a la novela en una joya por descubrir que te recomendamos encarecidamente.
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