Esta obra maestra de Dino Risi parece incluso mejorar con el paso de los años. Cincuenta años después de su estreno nos sigue conmoviendo no sólo la soberbia interpretación de Alberto Sordi sino el mensaje que se esconde tras una película histórica que conviene volver a ver cada cierto tiempo.
Se nos narra la historia de Silvio Magnozzi, un reportero perteneciente a la resistencia al dominio nazi, que intentando escapar de la muerte llega a un molino en las montañas para refugiarse y para ser fusilado sino fuera por la ayuda de Elena, Lea Massari, que de un planchazo mata al nazi que iba a asesinar a Silvio. El paso de los años provocó que ambos se separaran aunque volvieron a unirse.
Tras vivir juntos cenan en casa de un marqués, amigo de ella, mientras se proclama la República en una de las escenas más históricas del cine. Elena opta por tener un hijo y a Silvio se le hace una oferta millonaria para que rechace publicar un artículo contra el gobierno. Diez veces su sueldo y varias hectáreas de terreno es lo que le propone Bracci, el dueño de un imperio en los medios de comunicación. Elena piensa que es lo mejor pero Silvio opta por seguir siendo digno lo que le lleva a la cárcel.
La pareja se separa durante 2 años y medio, Elena tiene a su hijo y luego decide separarse. Silvio malvive como puede dedicándose a todo tipo de trabajos. Tras encontrarse con su mujer en la playa, dándose la gran vida con su nuevo novio, habla con su hijo y le explica, en una interpretación histórica, lo que es la dignidad en la vida.
Silvio consigue localizar a su mujer en sitios y locales nocturnos donde monta varios escándalos. Tras el paso del tiempo observamos que Elena luce un gran abrigo de pieles y Silvio trabaja como secretario personal de Bracci. En una fiesta con la presencia de un cardenal ella observa cómo Bracci ducha con un sifón a Silvio delante de todos. Ella parece arrepentirse de este nuevo camino de su marido y él decide darle una bofetada al magnate y tirarlo a la piscina.
La dignidad del pobre frente a la bajada de pantalones del rico viene a ser el mensaje de esta película. Cada escena es una fotografía perfecta, cada frase una sentencia, cada gesto de Sordi un guiño a los que a veces nos callamos por un sueldo miserable. Obra maestra de obligada visión.
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