Parece habitual que cuando se habla de una película sobre la vida de un músico se nos narren una serie de anécdotas que en nada contribuyen al resultado final. Esos biopic o bien optan por mostrarnos la peor cara de la pasión por la música o bien todo lo contrario. En esta cinta el director y guionista Damien Chazelle tiene muy claro que se trataba de contar la historia de Andrew Neiman y eso es lo que hace.
Además lo hace de forma expeditiva. Sin juegos de cámara, sin recursos estilísticos, sin trucos, sin dormir a nadie. La película muestra en bruto el sentimiento del protagonista. Es un trozo de su vida lo que podemos ver. El inmenso J.K. Simmons hace un gran papel motivando al protagonista...y eso es todo. La cinta es por lo tanto un ejemplo de minimalismo, de ir al grano, de evitar alargar por alargar su metraje y, en definitiva, de cine del siglo XXI. Recomendable.
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