Luis Landero consigue en esta novela contar la historia de un personaje que bien pudiera ser cualquiera de nosotros. El viaje que experimenta entre la adolescencia y la madurez no deja de ser un espejo realista de la mediocre existencia que padecemos.
Si bien al inicio logra hilar muy fino en terrenos dados a la cursilada, su prosa juanramoniana se convierte en el pilar perfecto para seguir incorporando capas y argumentos. La evolución del personaje es totalmente plana, pero su ilusión sigue tan intacta como cuando era joven.
Es, precisamente, en esa insistencia que le acompaña siempre cuando demuestra que la tozudez no lleva a nada salvo a repetir una y otra vez su propio destino. Que su compañera sea similar es tan acertado como complementario.
La novela se paladea poco a poco y tiene esos visos de Cervantes y Quevedo que combina con ciertas pinceladas de Pessoa. El resultado es una obra excelente que debe ser leída con calma ya que la catarsis literaria no se produce en el texto sino en el fondo de tu alma.
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