Philippe Lançon era uno de los colaboradores habituales de Charlie Hebdo que sufrió en primera persona el repugnante atentado que dio la vuelta al mundo. Este es el eje narrativo principal de una obra que se divide en dos grandes partes.
En la primera el autor tira por la autohagiografía aunque con una magnífica prosa. Lo malo llega en la segunda parte, de unas 300 páginas, en la que se centra exclusivamente en su experiencia llegando a ser bastante obsesiva y repetitiva.
Sin embargo, la novela tiene la importancia necesaria en este siglo XXI como documento histórico de lo que supuso una barbarie repugnante en nombre del dios de los terroristas. El ataque a la libertad de expresión que sufrimos todos con el atentado es lo que subyace tras una lectura intensa, complicada y en espiral que no será del gusto de todos.
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