La primera novela publicada en España por Anagrama de Mateo García Elizondo, nieto de Gabriel García Márquez, sorprendía al público por su crudeza. Si bien conserva parte del estilo del mencionado escritor, especialmente hacia el final de la obra, durante su desarrollo se nos ofrece una historia sin lijar que nos lleva a pensar que estamos ante el primer paso del autor hacia el estrellato.
Y que conste que lo que narra no deja de ser una distopía situada en un pueblo de México y un paralelismo entre la búsqueda de la muerte o el encontronazo con la misma. A lo largo de la narración se van sucediendo personajes diversos que forman parte, no se sabe con exactitud, de la vida y de la propia mente del protagonista.
La descripción onírica de buena parte de sus sensaciones y un gran final, que recuerda a ese realismo mágico del que es heredero, apuntan maneras diversas en una novela que se lee con cierta pesadumbre. Ni se hace pesada, ni es fácil de asimilar lo que no dejan de ser dos de las máximas virtudes de un debut inconmensurable que te hará reflexionar sobre tu existencia.
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