Lo tenía fácil Schapire para haber narrado la historia del comunismo (con más de 100 millones de muertos a sus espaldas, 94 más que los del fascismo), pero no cae en ese error a lo largo de tan acertado ensayo.
Ser de izquierdas es hoy en día como cuando en los 90 se ponía de moda algo y todo el mundo lo llevaba. Es la única ideología que sigue una tendencia general en todo el mundo y que tiene la capacidad de ponerle una vela a Dios y otra al diablo sin que nadie quede de hipócrita.
Por ejemplo, se está contra el nazismo y se critica a Israel. Se defienden los derechos de los homosexuales y se critica a Israel (único país de Oriente Medio donde no los tiran por una torre o los matan). Se apuesta por la democracia y se critica a Israel (único país democrático de Oriente Medio).
Es decir, lo que ahora estamos viviendo, según se deduce de la lectura, es que los sionistas son el enemigo público número uno a pesar de que los autodenominados países de izquierda hagan justo lo contrario de lo que predican. A Iglesias y a Sánchez nos remitimos.
Y todo esto con esa pátina de cinismo, de superioridad moral y de caradura contra la que no se puede decir nada de no querer ser tildado de fascista. El ensayo recoge momentos álgidos de los que practican la hiprogresía y no se deja nada en el tintero. Es tan brillante como insustituible.
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