Termina la trilogía con Rufo Batalla como protagonista. Si El rey recibe nos encantó y El secreto de la modelo extraviada mantuvo el nivel, también era bastante complicado mantener la atención y conseguir que estas memorias noveladas fueran tan interesantes como hasta ahora.
Si siempre hemos dicho que Mendoza es el que mejor escribe en español, con esta obra nos recuerda a las primeras entregas de su bibliografía, pero con algunas dosis de humor de la casa. Lo mejor del caso es que la lectura nos lleva a un viaje por las últimas décadas de un siglo XX que visto dos décadas después fue mucho más apasionante que el XXI.
En su caleidoscopio mete el autor la transformación de la Barcelona del 92, la llegada del turismo de masas y los cambios políticos que revolucionaron la siempre convulsa Europa. Incluso Nueva York queda retratada ante el espejo deformante de su aparente vaciedad.
El resultado es la mejor novela de la trilogía, la confirmación de que salpimentar con un poco de esperpento cualquier novela seria es siempre interesante y una obra que no sabemos si será la última de la producción literaria de un autor que siempre ha tirado de cinismo y de ojo crítico para demostrarnos que lo de la literatura no tiene nada que ver con lo que piensan los paniaguados críticos que nos torturan con sus insoportables reseñas.
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