Tras algunas obras juveniles escritas al alimón con su marido Juan Gómez Jurado, la autora da el salto a la novela para adultos con una obra que deja un agridulce sabor de boca.
Empieza bien, ya que incluso tiene ciertos parecidos con las magníficas historias que Elísabet Benavent suele publicar. Sin embargo, el desarrollo de las tramas de las dos mujeres comienza a flaquear y es entonces cuando se nota cierta tendencia a rellenar decenas de páginas con descripciones a lo Flaubert y con un sensible parón del hilo narrativo que a punto está de dejarte con ganas de dejar de leer.
Las novelas felices siempre son bienvenidas, pero el exceso de edulcorante, quizá la herencia más directa de su etapa como escritora juvenil, es bueno reducirlo para evitar que el final sepa tan amargo. Hay muchos mimbres ahí como para pensar que en una segunda novela adulta mejorará bastante el panorama.
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