Toni Hill presentó, hace ya algún tiempo, esta segunda aventura del inspector Salgado. Ambientada en Barcelona, la historia se trenza con bastante soltura y el resultado es bastante satisfactorio aunque no es oro todo lo que reluce.
Salgado sigue siendo el tipo duro de siempre y se enfrenta a la desaparición de su mujer. En otro orden de cosas se dan una serie de suicidios entre los trabajadores de la misma empresa. La trama se soluciona bien pero no hay absolutamente nada más que argumento, sucesos y algún que otro capitulo de transición que puede provocar el hastío del lector.
La ausencia absoluta de recursos estilísticos puede ser útil para otro tipo de literatura pero en este caso pensamos que es contraproducente. El clásico policía de whisky y cigarrillo es un personaje tan manido que quizás necesite de más recursos y no sólo de acción pura y dura que pueden llegar a convertir la novela, sin serlo, en carne de aeropuerto.
Hill es perro viejo en la materia, por algo lleva una década de traductor, y se sabe todos los trucos del género lo que no quita para que a la novela le sobren cien páginas y tampoco para que en muchas ocasiones el lector tenga más presente una serie de televisión que una novela negra al uso. El éxito de la obra está justificado quizás por eso, por la total ausencia de complicaciones y por la trama. La literatura se hizo para distraerse pero también para que el lector tenga algún tipo de pensamiento tras leer una obra. En esta ocasión no hemos tenido esa suerte pero sí se ha resucitado un género un tanto invadido por autores escandinavos. Novela recomendable para el que no espere nada más de lo que se nos cuenta en la contraportada.
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