Llegó desde el andén y se sentó. Vestía una falda blanca de lunares negros, una camiseta de manga corta azul mecánico y unas toreras negras. De su pequeño bolso rojo sacó una novela de Quim Monzó, El tema del tema, y comenzó a leerla y de paso el espectáculo. A cada línea gesticulaba entre tímida y exagerada y poco después comenzó a prestar atención a los que estaban sentados frente a ella que no paraban de mirarle su rotundo físico.
Sus gestos, sus maneras de starlet de Hollywood de los años cincuenta, su forma de tragarse la vida y su belleza nos cautivó al momento. El sonido de la puerta del vagón abriéndose nos despertó. La lengua de su estación la esperaba para tragársela para siempre.
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