El malagueño Antonio Soler siempre se caracterizó por ofrecer obras que son el resultado de una escritura pausada, detallista y sin demasiado artificio. En esta novela se centra en analizar lo que pasa por la mente de un maltratador, pero con matices que evitan el tremendismo o el rechazo del lector.
En formato de diario, el protagonista va narrando cómo es su relación con Yolanda, la chica que vive en el bloque que tiene justo delante de su casa. A la tuerca de una relación inicial se le van dando vueltas hasta convertir el relato en un repaso a la forma de pensar de un joven estudiante de medicina de hace 30 años. Lo peor del caso es que hoy en día, y con menos edad, hay bestias que siguen pensando exactamente igual justificando su actitud por el consumo de estupefacientes o su religión entre otros motivos.
Soler sabe mantenerse al margen de tan problemático tema y lo hace confirmando su buen hacer y a través de unos párrafos obsesivos, que giran sobre el mismo eje y que confirman que un personaje también se puede forjar a base de párrafos contundentes y sin apenas recursos estilísticos.
La novela debería ser de lectura obligatoria para los adolescentes, sobre todo para que aprendan cómo no deberían pensar bajo ningún concepto. Recomendable, ya que el título parece apuntar hacia la vergüenza que sintió el protagonista al leer semejantes notas.
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