Que la prosa de Baltasar recuerda a Céline, Hemingway está bastante claro. Lo que no lo estaba, hasta que leí esta novela, es que también era reina de la metáfora y que su creación de escenarios paralelos en esta realidad es tarea complicada, aunque el entuerto se resuelve con enorme solvencia.
Cambia la protagonista la comodidad de Barcelona y de un trabajo por el campo y la soledad para encontrarse con una situación buscada que termina siendo una tragedia personal. Los fragmentos en primera persona, pasar del charco grande a una casa llena de mierda y encontrarse con un sueño cumplido a pesar de las circunstancias son balazos que la protagonista va recibiendo para alterar su estabilidad.
La política de negarse a editar novelas al peso, una prosa fácil y directa, la indudable inteligencia de la autora y una apuesta decidida por una literatura ajena a las tendencias más actuales son factores que dan como resultado una obra para reflexionar que no te dejará indiferente.
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