Es el de Eva Baltasar uno de esos casos extraños en la literatura patria que no deja de llamarnos la atención. Sus merecidos premios literarios no coinciden con una vida sencilla, alejada de lo habitual en los grandes autores y, sobre todo, centrada en la creación.
Tampoco encaja su prosa con la habitual en las mesas de libros más vendidos. Más bien, es justo lo contrario. No esperes encontrar recursos estilísticos, adjetivos o algo similar. En la obra se nos cuenta la historia en primera persona de una mujer que vive la precariedad laboral, que vive en la calle y que termina con un remate casi surrealista. Las dos partes del texto son las que le dan título y el fiel reflejo de lo que nos puede pasar por la mente a todos cuando vamos a trabajar es más que acertado.
Se trata, en definitiva, de recoger la herencia de esos literatos que apostaban por el mal sabor de boca, por lo amargo y por no ceder ante lo estético. La sensación que nos queda al leer tan interesante obra es que es posible darle una vuelta de tuerca a lo de siempre para evitar el más de lo mismo. Sin duda, la autora lo consigue con una novela que te destrozará los esquemas.
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