Era Escohotado comunista defendido por los que apostaron por la legalización de las drogas hasta que escribió su monumental Los enemigos del comercio y se dio cuenta de que semejante patulea fue sablista de nacimiento, caradura de desarrollo y asesina sin solución alguna. Su caída en el olvido para semejantes pelanas sirvió para que otros reconocieran la indudable valía intelectual de uno de nuestros filósofos más importantes y, para un servidor, el más definitivo.