Era Escohotado comunista defendido por los que apostaron por la legalización de las drogas hasta que escribió su monumental Los enemigos del comercio y se dio cuenta de que semejante patulea fue sablista de nacimiento, caradura de desarrollo y asesina sin solución alguna. Su caída en el olvido para semejantes pelanas sirvió para que otros reconocieran la indudable valía intelectual de uno de nuestros filósofos más importantes y, para un servidor, el más definitivo.
Con formato de diario muy a su manera, se presenta Antonio casi retirado de la actividad profesional, pero con sus inimitables ansias de saber cada día más. Pasa los días entre la redacción del mencionado ensayo, su familia, sus recuerdos, su consumo de heroína y opioides y con la observación directa de cómo su cuerpo se deteriora.
Es tal su entereza, su elegancia, su sabiduría que el libro, del que vaticinó que sería el más vendido de su excelente bibliografía, se convierte no ya en los últimos escritos de un titán del pensamiento, sino en una guía práctica para ir encajando los golpes que nos da, o nos dará, la vida a medida que van viniendo. No es resignación, no es, como indica, agarrarse a la vida cuando nada tiene solución, sino tener la sensación de haber aprovechado el viaje y de cerrar los ojos para ver en qué termina la broma. Lectura obligatoria para quienes quieran entender de qué va esto de la vida.
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