Resulta cada vez más complicado formar parte del ejército de los prescindibles y tener que tragarse las mentiras de quienes intentan engatusarte. Lo habitual es que te lo pinten todo de color de rosa para que les invites a un café o a comer, para que les hagas regalos o para que les hagas todos los favores que ellos quieran.
Lo malo es que se les ve el cartón a la legua. Es frecuente comprobar cómo te cuentan sus penas, sus dramas y sus miserias. Siempre están preocupados por algo, pero solo contigo. Cuando quedan con otras personas pueden estar todo el día pasándoselo bien, cuando lo hacen contigo apenas 30 minutos en los que repasan lo mal que les va en la vida y en cuanto empiezas a hablar le llegan misteriosos mensajes a su teléfono, comienzan a mirar a la puerta del local correspondiente y se marchan.
Solo de nosotros depende encontrar una nueva forma de relacionarnos y de no pensar en que más vale solos que mal acompañados. Quizá no nos merecemos mucho más, pero seguimos vivos y tenemos en nuestra mano librarnos de estos parásitos que solo contribuyen a que muramos más rápidamente.
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