Santiago Lorenzo siempre nos ha parecido un autor al margen del círculo habitual de los que viven de la cultura. Su peculiar ostracismo le llevó a firmar grandes novelas como Los millones, Las ganas o Los asquerosos, sin embargo, le quedaba por redactar una obra más personal y ceñida a su propia biografía.
Y es en esta, a la que muchos han tildado de decepción y de adoración a los columnistas de la época de Franco, donde se convierte en meritorio de cine para conocer a Sixto, un director ególatra del que resulta complicado sacar algún tipo de partido. Leyendo la escueta biografía de Lorenzo resulta fácil deducir que parte de la historia está basada en su experiencia cinematográfica.
Pero es en su forma de abordar cada suceso donde sigue confirmando que la prosa sin lija también es eficaz. Donde tira de un vocabulario con términos menos conocidos y donde deja más clara que nunca su afición por no ser uno más del resto de escritores que se mira el ombligo. Escribe prácticamente como piensa y eso es una ventaja que le diferencia de los demás. Sin duda, es una novela que rompe la línea de las anteriores y que puede confirmar, para el gran público, que la flauta sonó por casualidad o que es un escritor que no hay que dejar de leer.
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